Breve comentario sobre De jueves a domingo, la primera película de Dominga Sotomayor
Txt. Casandra Scaroni
La opera prima de la chilena Dominga
Sotomayor, transcurre casi en su totalidad en un auto. Para ser más exactos transcurre en el auto de
una familia, en los días en los que viajan por Chile en una suerte de mini vacaciones
en busca de un terreno que le perteneció
a la familia del padre hace algunos años.
A lo largo de estos cuatro días que dan nombre
a la película pasan muchas cosas: la confirmación del fin de un matrimonio
y quizás un primer deslumbramiento de una nena
con el sexo opuesto. También pasan muchas otras cosas menos
determinantes como comer unas
hamburguesas compradas en una rotisería en la ruta, meter la cabeza abajo del agua en un lago o
robar unas naranjas de un árbol de un vecino.
El auto, y más
tarde también las distintas paradas en la montaña, son vistos desde la mirada de Lucía,
la hija mayor de esta familia al borde
del desmembramiento. Es por eso que este espacio reducido que es el
coche familiar, parezca tan amplio, porque hay que decirlo: si hay algo que no
hay en De jueves a domingo es opresión. Sí existe la melancolía, el miedo (“me
da susto” dice Lucía) y hasta la violencia (en algún dedo machacado por
accidente), pero no la opresión. Es que Lucía - que está en el límite entre ser una
nena que juega con su hermano a adivinar personas (una especie de veo -
veo) y una adolescente que escucha y
decodifica las conversaciones de los padres cuando, por ejemplo, hablan en
inglés para que no los entienda- parece
elegir cuando ser una nena que canta orgullosa canciones pop latinas de los 80
para deleitar a sus papás, y cuando ser testigo de la amargura del mundo
adulto. En ese vaivén de Lucía, en ese poder elegir aún no ser responsable, y
también en su inocencia, está la luminosidad de la película.
De jueves a
domingo es más que la suma de momentos y lugares reconocibles para cualquiera
que haya sido o sea parte de una familia.
Ahí está la escena en la que Lucía agarra por primera vez el volante con toda
su familia atrás empujando el auto para
mostrar que la película de Dominga Sotomayor
es también un cuento sobre la pertenencia, y sobre esos lazos que son, después de todo,
irrompibles.
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